A ED, un mecánico francés de 35 años, le detectaron un tumor en su lóbulo frontal derecho. Se trata de una región crítica para el control de los movimientos del lado izquierdo del cuerpo, pero también está asociada a procesos cognitivos como las funciones ejecutivas o el procesamiento emocional. La solución era extirpar el tumor mediante cirugía.
En una consulta previa le preguntaron al paciente cómo le gustaría que fuera su vida después de la intervención. “Quiero continuar hablándole a mi pareja en español –ella es española– y relacionarme con mi familia como lo hago ahora. También me encantaría poder seguir trabajando de mecánico de motos en Fórmula 1”, respondió cogiendo la mano de su pareja.
El neurocirujano anotó la respuesta y planificó la operación con el equipo médico para preservar lo que ED consideraba una parte fundamental de su vida. Lo intentarían mediante la llamada cirugía en paciente despierto.
Identificando las zonas críticas
Como su nombre indica, la persona intervenida con esta técnica es despertada en el transcurso del procedimiento quirúrgico. Es posible porque el cerebro no tiene nociceptores (receptores especializados en la detección del dolor) y, por lo tanto, no “duele”. Solo es necesario anestesiar los huesos, músculos, piel y tejido que lo rodea.
Un equipo multidisciplinar –neurocirujano/a, neuropsicólogo/a, anestesiólogo/a, neuroradiólogo/a, profesional de enfermería…– trabaja al unísono. El paciente responde a las preguntas del neuropsicólogo, que utiliza una serie de test validados para comprobar cómo le está afectando la intervención. Por ejemplo: “¿Puede nombrar el objeto que le muestro en la lámina?” “¿Puede decirme qué emoción representa la mirada que se encuentra aquí representada?” “¿Puede mover los dedos de su mano izquierda?”…
Durante esta evaluación, el neurocirujano va mapeando e identificando mediante estimulación eléctrica las estructuras y vías de comunicación (axones) de la corteza y las estructuras subcorticales (situadas por debajo de la corteza).
Porque importa extirpar el tumor cerebral, claro, pero también que luego el paciente continúe hablando y emocionándose al ver un familiar o al contemplar una puesta de sol, que vuelva a trabajar en lo que le gusta, que siga recordando… Se trata de intervenir respetando al máximo esas áreas críticas, así como las principales conexiones cerebrales. La óptima colaboración entre neurocirujano y neuropsicólogo, como demuestran los estudios al respecto, resulta esencial en este empeño.
Neuromitos desbancados
Actualmente se espera que cada vez haya más equipos especializados en cirugía de paciente despierto que evalúen no sólo procesos como la atención, la flexibilidad cognitiva, la lectura, la escritura, el habla, la cognición espacial o el movimiento, sino también las emociones complejas.
En este sentido, son interesantes los avances que se están realizando en el campo de la cognición social, concepto que engloba la capacidad para comprender y atribuir estados mentales –creencias, deseos, intenciones, emociones…– tanto en nosotros mismos como en los demás.
En combinación con datos aportados por estudios de lesiones cerebrales y neuroimagen, la estimulación cerebral efectuada durante este tipo de intervenciones ha permitido hacer importantes hallazgos sobre el funcionamiento de nuestro cerebro. Gracias a ellos, hoy sabemos que algunos paradigmas asentados en neurociencia están obsoletos:
No existe un hemisferio cerebral vinculado exclusivamente al lenguaje, al procesamiento visoespacial o a las emociones, sino que todo el cerebro se compone de regiones necesarias para ese procesamiento cognitivo y emocional, aspecto muy relacionado con la neuroplasticidad. Ninguno de los dos hemisferios tiene, pues, preponderancia absoluta sobre el otro; ambos operan como una unidad. Sin embargo, es importante destacar que la actividad cerebral no presenta simetría (como se observado en estudios de resonancia magnética) y que puede variar considerablemente de una persona a otra.
En cirugía de paciente despierto, el procesamiento cognitivo, las emociones y la conducta de la persona intervenida dependen no sólo de la estimulación de la sustancia gris (cuerpo de las neuronas) sino también de que se preserven las fibras nerviosas que conforman la llamada sustancia blanca. Éstas forman una red distribuida por todo el cerebro que actúa como si fuera un entramado de cables, conectando unas estructuras con otras. Nuestro comportamiento depende que se active apropiadamente este complejo mapa neural, que no es otra cosa que nuestro conectoma. Por ello es fundamental que se localicen y se respeten durante la operación las vías de conexiones básicas para los procesos cognitivos complejos: el fascículo infero-fronto-occipital, el fascículo arcuato…
Y volviendo al caso de ED, la cirugía eliminó el 90 % del tumor, incluyendo sus áreas más agresivas, mientras se preservaron la función motora, el lenguaje, la función ejecutiva y la cognición social del paciente. ED continuó disfrutando de su pareja y familia, comunicándose en los dos idiomas que sabía y disfrutando del trabajo que había soñado durante toda su vida.
Isabel María Martín Monzón, Profesora Titular Área de Psicobiología. Facultad de Psicología. Universidad de Sevilla, Universidad de Sevilla
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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