El comercio de animales es, desde hace tiempo, algo habitual en todo el mundo. Pero con la globalización ha ido aumentando y extendiéndose a cada vez más especies, locales y exóticas. Como consecuencia, se han multiplicado también los problemas asociados a la conservación de las poblaciones y a la introducción de especies invasoras, lo que ha generado nuevas regulaciones.
Por ejemplo, en el caso de las aves y de España, existen catálogos de especies invasoras cuya venta está prohibida. En cuanto a Europa, prohibió en 2005 la venta de aves que no proviniesen de la cría en cautividad con el objetivo de frenar la gripe aviar.
Además, en los últimos años la venta de animales está trascendiendo los límites físicos de los mercados tradicionales para adentrarse en las dinámicas de las plataformas digitales, aumentando su volumen y dificultando su control efectivo. Comprender la naturaleza y el alcance del comercio de aves en las redes sociales es crucial para evaluar su impacto sobre la biodiversidad.
Son muchas las variables que pueden influir en el comercio de aves. Pero dado el alcance de las redes sociales, la influencia de la popularidad de las especies en su comercialización y su efecto sobre la eficacia de la legislación son puntos claves a evaluar.
Las aves que se venden en redes sociales
Como parte de una reciente investigación destinada a analizar estas dinámicas, muestreamos diariamente durante doce meses las principales redes sociales (Facebook, Twitter, Instagram y YouTube) de 243 vendedores profesionales, registrando todos los anuncios de venta de aves que se publicaban.
Encontramos un total de 11 332 anuncios de 313 especies de aves sólo durante el año 2021. A pesar de que la plataforma prohíbe la venta de animales, Facebook fue la red social más utilizada para la venta de aves.
La popularidad tuvo una asociación positiva con el comercio: las especies más populares (según el número de veces que se buscaban en Google) eran las más vendidas. Sin embargo, algunas especies muy populares como el jilguero (Carduelis carduelis), pero cuyo consumidor principal sigue prefiriendo la venta física tradicional, apenas aparecieron en las redes sociales.
¿Qué es lo que más se vende en redes? Como era de esperar, la venta estuvo dominada por psitácidas (familia de los loros), algo común a los mercados de otros países debido a su atractivo visual y como mascotas.
En general hubo muchas especies que se vendían muy poco y un pequeño número de especies muy vendidas, destacando particularmente sobre el resto de las especies la cotorra ninfa (Nymphicus hollandicus) y el canario (Serinus canaria).
Una ventana al comercio ilegal de especies
Parece que el uso de las redes sociales para la venta de aves es frecuente. Debido a la capacidad para llegar a muchas personas de manera casi instantánea y en cualquier parte del mundo, la aparición en las redes de especies que ahora mismo son poco comercializadas puede dar lugar a un incremento de la demanda en los próximos años. Esto puede acarrear problemas de tráfico ilegal y de potencial establecimiento de nuevas especies invasoras.
Las redes sociales pueden ser una poderosa herramienta en el seguimiento de la venta de especies, particularmente de aquellas no reguladas por CITES (Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres) o comercializadas ilegalmente. También para cuantificar las especies exóticas que están ya establecidas en el medio natural en España, pero que aún no han sido catalogadas como invasoras y, por tanto, su venta sigue siendo legal, como, por ejemplo el pato mandarín (Aix galericulata).
En cualquier caso, la escasez de especies invasoras a la venta en redes sociales abiertas es un resultado positivo, aunque esperable, ya que, si se están comercializando, será en canales cerrados o en la internet oscura.
¿Qué está ocurriendo a escala global?
La creciente atención hacia el comercio de especies en redes sociales ha generado un aumento en la investigación a nivel global, aunque se centra sobre todo en la venta ilegal. Investigadores de diversas disciplinas están explorando nuevas metodologías y herramientas, como la inteligencia artificial, para vigilar este comercio.
Estudios recientes han demostrado que el análisis de datos de redes sociales puede proporcionar información valiosa sobre las tendencias de venta, las preferencias del consumidor y los patrones de oferta y demanda.
La venta por redes favorece mucho el intercambio de especies entre países. De hecho, España es un gran exportador de aves, pero a su vez importa gran cantidad de estas especies desde países como Bélgica y Holanda.
Además, los estudios han resaltado la necesidad de una regulación más estricta y una mayor vigilancia para controlar el comercio de aves a través de las redes sociales. Este tema no solo preocupa a la comunidad científica, sino que existen diversas colaboraciones con instituciones para hacer un seguimiento y regular la venta de aves por Internet. Por ejemplo, CITES cuenta con un sector dedicado al comercio ilegal de fauna por internet en el que colabora con la Organización Internacional de Policía Criminal (Interpol).
Una llamada a la acción
Aunque la venta de aves por redes sociales en España se ajustó a la legislación vigente en el momento del muestreo, sería importante llevar a cabo un seguimiento, dado que este estudio es el primero que la analiza. La legislación debería adaptarse lo antes posible a este nuevo tipo de comercio a nivel nacional como internacional.
Sería recomendable investigar en un futuro cómo el uso de las redes sociales influye en el comportamiento del consumidor y las tendencias en el mercado. La colaboración entre científicos, autoridades gubernamentales y plataformas de redes sociales es fundamental para desarrollar estrategias efectivas de conservación y aplicación de la ley.
Alba Caballero y María Blázquez, técnicas en el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico a través de Tragsa, han participado en la elaboración de este artículo.
Nura ElKhouri-Vidarte, Estudiante predoctoral en el Departamento de Biodoversidad Escondida, Real Jardín Botánico (RJB – CSIC); Laura Martín-Torrijos, Investigadora postdoctoral (Departamento de Micología), Real Jardín Botánico (RJB – CSIC) y Mario Díaz, Chair professor, Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC)
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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