Como divulgadora científica, visito numerosos colegios e institutos para impartir charlas sobre contaminación atmosférica y cambio climático. Me sorprende gratamente descubrir que muchos niños y adolescentes están familiarizados con los pequeños gestos que podemos realizar como ciudadanos para proteger el medio ambiente.
Lo curioso es que, cuando indago un poco más y les pregunto, por ejemplo, por qué el reciclaje contribuye a frenar el cambio climático, las respuestas que obtengo no son del todo satisfactorias y correctas. Algo que me propongo enmendar, al menos parcialmente, con este artículo.
A grandes males, pequeños gestos
El cambio climático es uno de los desafíos más apremiantes que enfrenta nuestro planeta en la actualidad. A medida que las temperaturas globales aumentan, los efectos perjudiciales sobre los ecosistemas, la biodiversidad y la calidad de vida se vuelven cada vez más evidentes.
Pero ¿qué podemos hacer como ciudadanos para combatir este problema? Afortunadamente, existen pequeños gestos que todos podemos realizar en nuestra vida diaria y que, aunque parezcan insignificantes, tienen un impacto colectivo que puede marcar la diferencia, según respaldan los datos científicos.
Desde mi punto de vista, hay cuatro “medidas estrella”: reducir el consumo de energía en el hogar, fomentar la movilidad sostenible, reducir el desperdicio de alimentos y optar por una alimentación sostenible.
Reducir el consumo de energía en el hogar
Un pequeño pero significativo paso que podemos dar es reducir nuestro consumo de energía en el hogar. Apagar los electrodomésticos y las luces cuando no los estamos utilizando, utilizar bombillas de bajo consumo energético y optar por electrodomésticos eficientes en términos de energía pueden marcar la diferencia.
En el año 2017, las emisiones generadas por la quema de combustibles fósiles en los sectores residencial, comercial e institucional representaron un 8 % del total de las emisiones directas (por ejemplo, procedente de chimeneas) y un 14 % del total de las emisiones consideradas como difusas (por ejemplo, de fugas de edificios). De todas estas, un 61 % se originaron en nuestras propias viviendas.
Al disminuir nuestro consumo de energía, podemos ayudar a que descienda la demanda de combustibles fósiles y, por lo tanto, reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.
Fomentar la movilidad sostenible
Otro gesto clave consiste en fomentar la movilidad sostenible en nuestro día a día. Optar por el transporte público, compartir vehículos o utilizar la bicicleta o caminar cuando sea posible puede tener un impacto significativo en la reducción de las emisiones de carbono.
El sector transporte representa el 25 % de las emisiones totales de gases de efecto invernadero en España y casi el 40 % de las emisiones de los sectores difusos.
Si analizamos a fondo el impacto de los distintos modos de transporte, la carretera representa casi el 95 % de las emisiones. Por tanto, al elegir alternativas sostenibles al automóvil privado podemos contribuir a reducir la contaminación atmosférica y las emisiones de gases de efecto invernadero de manera significativa.
Reducir el desperdicio de alimentos
La producción de alimentos tiene un impacto importante en las emisiones de gases de efecto invernadero. A nivel global representa el 26 % de las emisiones antropogénicas. En España, el sector de la agroganadero generó aproximadamente el 12 % de las emisiones totales en 2021.
Por otro lado, según el índice de desperdicio de alimentos 2021, publicado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), en el mundo se desperdician 931 millones de toneladas de alimentos cada año (el 17 % del total de alimentos disponibles para los consumidores), de los cuales 569 millones proceden de los hogares.
Otro dato interesante: solo en 2020 los hogares españoles tiraron a la basura más de 1 300 millones de kilos de alimentos, una media de 31 kilos por persona.
Al reducir el desperdicio de alimentos y planificar nuestras compras de manera consciente, podemos ayudar a disminuir la demanda de producción y, por lo tanto, reducir las emisiones asociadas. Hay muchos supermercados y aplicaciones que permiten adquirir comida con una fecha de caducidad próxima a precios reducidos. Comprar estos productos y consumirlos puede suponer un ahorro para nuestro bolsillo, pero también un enorme beneficio para el medio ambiente.
Optar por una alimentación sostenible
Nuestra elección de alimentos también puede tener un impacto en el cambio climático. La producción de carne y lácteos, en particular, genera altas emisiones de gases de efecto invernadero. La adopción de una dieta basada en plantas puede reducir las emisiones de gases de efecto invernadero hasta en un 50 % en comparación con una dieta basada en carne.
Eso no quiere decir que todos tengamos que ser vegetarianos o veganos, pero si incluimos más alimentos de origen vegetal en nuestra dieta, y reducimos nuestro consumo de carne, será beneficioso para nuestra salud a la vez que contribuimos a reducir nuestra huella de carbono. Además, el origen de los alimentos también cuenta: si puedes elegir, consume productos de proximidad.
Si bien el cambio climático es un desafío global, cada uno de nosotros tiene la capacidad de marcar la diferencia a través de pequeños gestos cotidianos. Estos cuatro ejemplos son solo algunas de las acciones individuales que suman.
María Teresa Baeza Romero, Contaminación atmosférica, Universidad de Castilla-La Mancha
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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