Los recientes resultados del informe PISA han puesto de manifiesto las deficiencias del alumnado español y europeo, en general, en la competencia lectora. En un sentido similar se expresa el reciente informe de la Real Academia Española sobre la enseñanza de la lengua y la literatura en España.
Parte de la culpa se la achacan a las nuevas tecnologías que incitan a la lectura de textos y frases cortas sin que requieran una atención sostenida y pausada. Pero no se dice nada de la expresión escrita, ya que esta no se evalúa.
Muchos profesores universitarios venimos observando, curso tras curso, al igual que otros investigadores, cómo se va deteriorando la capacidad del alumnado para expresarse a nivel escrito y para comunicar por este medio ideas y conceptos con claridad. Se pone de manifiesto cuando tenemos que corregir exámenes de desarrollo y, sobre todo, trabajos fin de grado o de máster.
Igual ocurre con los inicios de muchas tesis doctorales, al menos en el contexto hispanoamericano, donde gran parte de los doctorandos comienzan con una redacción muy pobre y a los directores nos cuesta un gran esfuerzo la corrección y sobrecorrección de textos. Por ello es frecuente comenzar dando a los doctorandos pautas de redacción.
También se observa que hay investigadores con magníficos trabajos que luego no son capaces de comunicarlos con claridad por la dificultad para expresar sus ideas y logros por escrito, lo cual hace que se pierda mucha información e interés por seguirla.
Trabajos de cortar y pegar
Esta situación viene precedida de un modelo educativo en el que se pide al alumnado una gran cantidad de trabajos en grupo o individuales, los cuales, en muchas ocasiones se llevan a cabo buscando la información en internet, cortando y pegando contenidos, con un mínimo de elaboración.
El profesorado no siempre dispone del tiempo ni de la capacidad para controlar estos procesos, lo cual tiene unos efectos muy negativos en la formación de los alumnos.
Además, se da la circunstancia de que están desapareciendo los exámenes finales de las asignaturas debido a varios factores, entre los que destaca la implantación de la evaluación continua, con sus diversas modalidades en las que los alumnos consiguen una nota final que refleja el trabajo del día a día. Y cuando se mantiene el examen final, este suele ser de tipo test. Si está bien confeccionado resulta igual de válido para valorar los conocimientos adquiridos por los alumnos, pero no permite ejercitarse en la expresión escrita ni que los profesores puedan valorar el nivel de competencias del alumnado a la hora de expresar ideas y conceptos por este medio.
Ya ni siquiera valen los tradicionales trabajos de lectura de libros y reseñas de los mismos, pues se pueden hacer con inteligencia artificial, una práctica muy difícil de detectar por parte de los docentes.
Pero estas dificultades para la expresión escrita no son achacables únicamente a las generaciones actuales. A muchas personas adultas les cuesta expresarse por escrito independientemente de su nivel educativo.
Tradicionalmente, en las clases de lengua se ha enfatizado el aprendizaje de la gramática. La mayor parte del tiempo de instrucción de esta asignatura se ha dedicado a realizar análisis morfológicos y sintácticos del lenguaje escrito, a aprender lo que es un complemento directo, indirecto, un pronombre o un adverbio.
Aprender a escribir escribiendo: el modelo de Freinet
Como en la mayoría de las competencias, a escribir se aprende escribiendo. El prestigioso pedagogo francés Celestin Freinet ya desarrolló en la escuela del siglo pasado la técnica del texto libre.
En los años que ejercí como maestro, yo la llevé a cabo con una interpretación libre, y obtuve magníficos resultados. En la clase de lengua, los alumnos de Educación Primaria escribían un texto libre cada semana, según el tema que se les ocurriese, de aproximadamente un folio por una cara. Le ponían un título y cuando estaba acabado lo leían a los miembros de su grupo.
En cada grupo elegían el que más les había gustado y ese chico o chica lo leía a toda la clase. Luego se votaba el texto más interesante y el profesor lo copiaba en la pizarra tal y como estaba escrito. Cuando los alumnos detectaban incorrecciones gramaticales, faltas de ortografía o puntuación, levantaban la mano y lo señalaban. Si tenían razón se corregía el texto en la pizarra hasta que quedaba correcto.
Finalmente, el autor o la autora del texto lo pasaba a limpio en un folio y se colocaba en un lugar preferente del panel de la clase como el texto de la semana. A final del trimestre se confeccionaba una libreta de anillas con todos los textos seleccionados y quedaban a disposición de la clase.
La técnica admitía múltiples variantes, pues alguna semana se podía proponer un tema sobre el que escribir, se podían redactar textos y poesías para participar en concursos, colaboraciones con el diario del centro, cartas, felicitaciones de navidad (eran otros tiempos), etc.
El resultado era que los alumnos de primaria (entonces EGB) no sabían mucha gramática, pero redactaban de maravilla y disfrutaban haciéndolo. A final de curso se editaba un libro, con técnicas de la época, con los textos libres ganadores de cada semana.
Todos los alumnos y alumnas tenían algún texto publicado, porque se trabajaban mucho los valores y la inclusión educativa, de forma que a los alumnos con peor escritura se les ayudaba para que en alguna ocasión su texto fuese el ganador.
Los alumnos llevaban orgullosos a sus casas el libro editado en el aula con los textos de ese curso. Ni que decir tiene que hoy en día sería mucho más fácil editar estos libros con una simple fotocopiadora y encuadernadora.
Técnicas que favorecen el aprendizaje
Cada vez son más los colegios e institutos que se plantean dar prioridad al aprendizaje y consolidación de la escritura con el objetivo de que sus alumnos puedan expresar con claridad ideas y sentimientos. Para ello se utilizan diferentes metodologías, todas ellas con el denominador común de ser activas y participativas
Especialmente durante la etapa de educación primaria, es preciso centrarse en el aprendizaje de aquellas competencias que resultan básicas para realizar otros aprendizajes posteriores y para la vida, en general. Sin duda la lectura comprensiva y la escritura correcta y fluida, resultan fundamentales. Pero, además, estas técnicas constituyen una herramienta educativa muy eficaz para desarrollar las habilidades creativas del alumnado, así como para fomentar la cooperación y la autonomía.
Cruz Pérez Pérez, Catedrático del departamento de Teoría de la Educación, Universitat de València
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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