En los últimos años, los científicos están explorando nuevas vías para entender el proceso de envejecimiento humano. Y, en particular, cómo afecta el paso del tiempo al funcionamiento del órgano más complejo: el cerebro.
El envejecimiento es un proceso biológico, psicológico y social que genera cambios progresivos y acumulativos en la estructura y función de un organismo. Generalmente, lo evaluamos basándonos en el concepto tradicional de edad –los años que cumplimos desde nuestro nacimiento–, aunque ya existen nuevos métodos –como el de los relojes epigenéticos– para conocer el grado real de desgaste del organismo al margen de lo que figure en nuestro carnet de identidad.
En el caso específico del cerebro, las técnicas avanzadas de neuroimagen también están permitiendo establecer objetivamente si se conserva en buen estado o tiene más achaques de lo que correspondería por la edad de su propietario.
Inspeccionando los recovecos del cerebro
El envejecimiento del cerebro se mide con una técnica conocida, precisamente, como brain-age o “edad cerebral”, actualmente en fase de experimentación. Por lo general, los científicos utilizan la medida brain-predicted age difference (brain-PAD) –“diferencia de edad cerebral predicha”–, que aplica el modelo brainageR. Este sistema usa técnicas de machine learning o aprendizaje automático, un tipo de inteligencia artificial.
Se siguen los siguientes pasos. En primer lugar, los científicos examinan el estado anatómico, la forma y el volumen del cerebro del paciente mediante una resonancia magnética estructural (MRI). Después, comparan la información con la de otras imágenes cerebrales almacenadas en la base de datos, estableciendo lo que sería típico para una persona de su edad.
El resultado final es el brain-PAD: un valor positivo indica que el cerebro parece más viejo de lo esperable por los años cumplidos del participante, mientras que una puntuación negativa apunta a lo contrario.
¿Para qué sirve conocer la edad cerebral?
Este método de datación biológica podría deparar beneficios para la salud, el bienestar mental y la planificación del envejecimiento. Diferentes estudios han corroborado que saber nuestra edad cerebral permite predecir futuros trastornos tanto físicos como mentales.
Así, en un estudio reciente, el neurocientífico Fengqing Zhang y sus colaboradores encontraron que tanto una edad biológica elevada (cálculo que toma en cuenta factores como la salud del sistema cardiovascular, la densidad ósea, la función cognitiva y otros indicadores de bienestar físico y mental) como una edad cerebral superior a la cronológica se asociaban con un mayor riesgo de sufrir depresión, ansiedad, diabetes, hipertensión o ictus cerebral.
En otro trabajo, los investigadores observaron que las probabilidades de padecer demencia aumentan un 3 % por cada año adicional de edad cerebral. Los resultados sugieren que conocer nuestro brain-PAD podría ayudar a identificar precozmente dicho riesgo.
También se ha estudiado el potencial de esta herramienta para predecir la mortalidad. Una investigación asociaba un brain-PAD positivo con una mayor probabilidad de morir antes de los 80 años. Además, cada año adicional de edad cerebral predicha aumenta el riesgo de fallecimiento en un 6,1 %.
Invierta en su reserva cognitiva
La pregunta surge sola: ¿está en nuestra mano retrasar el envejecimiento cerebral? La respuesta es sí. Las evidencias sugieren que podemos influir en la edad real de nuestro cerebro a través de la construcción y el mantenimiento de lo que se conoce como reserva cognitiva.
La reserva cognitiva es la capacidad del cerebro para resistir los daños o compensar la pérdida de funciones cognitivas. Mantenernos activos mentalmente, involucrarnos en actividades cognitivas, el aprendizaje continuo, hacer ejercicio regularmente y adoptar un estilo de vida saludable contribuyen a fortalecer este “seguro de vejez”. Son especialmente recomendables las actividades que desafían nuestra mente, como aprender idiomas, hacer puzles, tejer, pintar, participar en juegos de mesa de estrategia, etc.
En definitiva, la capacidad de predecir el envejecimiento aparente del cerebro ofrece oportunidades para realizar intervenciones tempranas y personalizadas. Además, el cálculo de la edad cerebral podría desempeñar un papel esencial en la identificación de candidatos para ensayos clínicos, facilitando la evaluación de terapias neuroprotectoras y antienvejecimiento.
Adriana Castro Zavala, Neurocientífica, Universidad de Málaga
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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