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El humor es cosa seria

El humor es cosa seria

Potenciar el humor contribuye a aumentar bien estar, autoestima e identidad y a afrontar mejor posibles situaciones negativas.

No se deje vencer por el humor agresivo y hostil, hiriente, despectivo y autodestructivo. En lugar de eso, benefíciese de las bondades de la risa abierta, alegre, desenfadada, que facilita la comunicación y la integración amistosa y nos hace más tolerantes.

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La verdad es que hay argumentos de peso, porque la risa no solo nos beneficia a nivel emocional y/o psicológico, sino también fisiológico. Entre otras cosas, influye positivamente sobre nuestros sistemas cardiovascular, respiratorio, endocrino, muscular, nervioso e inmunológico.

Sin ir más lejos, se ha demostrado que reír ayuda a combatir los efectos inmunodepresores del estrés, reduciendo el nivel de cortisol en sangre. Paralelamente, activa las células T, lo que proporciona al sistema inmune linfocitos para luchar contra sustancias nocivas.

A esto se suma que la risa favorece la producción de inmunoglobulina salivar A, proteína esencial para combatir enfermedades infecciosas. Sin olvidar que el humor también estimula la liberación de endorfinas, nuestros opioides endógenos, proporcionándonos una agradable sensación de bienestar.

Los problemas, con perspectiva

Si a estas alturas no le ha quedado claro por qué el sentido del humor es cosa seria, ahí va otro argumento: nos puede ayudar a gestionar pensamientos distorsionados y sufrimientos cognitivos, preocupaciones y miedos. Al moderar las emociones y permitir que nos distanciemos un poco de los acontecimientos negativos, podemos afrontar los problemas desde otras perspectivas. Además de que, con la distancia, nos resulta más fácil establecer nuevas conexiones entre conceptos y pensamientos aparentemente no relacionados entre sí.

De hecho, las personas que perciben emociones positivas suelen mostrar más flexibilidad cognitiva, lo que les permite buscar soluciones más creativas e ingeniosas para resolver problemas. Tan evidente es que algunos autores abogan por incluir en el proceso de enseñanza-aprendizaje el sentido del humor como potenciador del pensamiento creativo.

¿Es usted muy serio? ¿Sus amigos le comentan que no tiene sentido del humor? No se preocupe porque esta función cognitiva se puede aprender y practicar, como otras habilidades del cerebro. En cierto modo es como un programa que viene preinstalado en nuestro cerebro, pero necesitamos activarlo y usarlo.

De la misma forma, ciertos cambios en la capacidad mental y neuronal de la persona pueden dar al traste con el sentido del humor. Hace ya un par de décadas se relacionó la dificultad en la comprensión del humor con daños frontales del hemisferio derecho, vinculado con la personalidad, la conciencia de uno mismo y la resolución de problemas.

En otro estudio muy interesante con imágenes cerebrales, los investigadores observaron que entender tiras cómicas incrementaba la actividad neuronal de áreas temporales izquierdas, relacionadas con la comprensión del lenguaje. Pero también en núcleos dopaminérgicos mesolímbicos, como el núcleo accumbens, entre cuyas funciones destaca la integración de la motivación con la acción motora, el miedo, la adicción o la risa.

Shutterstock / SewCream

Más años, menos risas

Con la edad se reduce la habilidad para producir y comprender el humor, y emitimos menos carcajadas. Los expertos lo achacan a una disminución de la flexibilidad cognitiva, el razonamiento abstracto y la memoria inmediata.

La demencia y el humor también se relacionan. Un estudio reciente sugiere que las personas con demencia tienen dificultades para comprender estímulos humorísticos, adoptan comportamientos humorísticos infantiles (seguramente, porque les resultan más familiares) y presentan un desajuste entre la emisión del humor y el contexto. Este deterioro cognitivo dificulta también la comprensión de estímulos satíricos, del humor gráfico y de aquellas historias que requieren ponerse en el lugar del protagonista para entender por qué una situación es graciosa.

En esta misma línea, las personas con depresión mayor muestran dificultades para procesar los componentes cognitivos y afectivos del humor, incluyendo la capacidad de ponerse en el lugar de otra persona, lo que puede afectar a las interacciones sociales. Estas personas también muestran un rendimiento más pobre en tareas de inhibición, fluidez verbal y memoria de trabajo.

Parece indiscutible que potenciar el humor contribuye a aumentar nuestro bienestar, autoestima e identidad y a afrontar mejor posibles miedos e inseguridades y situaciones negativas. Póngalo en práctica y mejorará su calidad de vida. Eso sí, no se desanime si no tiene tanto éxito como esperaba: quizá las personas que le rodean no entiendan su sentido del humor.

Carmen Noguera Cuenca, Profesora del Departamento Psicología/ Psicología Básica. Grupo de investigación HUM-891 Investigación en Neurociencia Cognitiva, Universidad de Almería y José Manuel Cimadevilla, Catedrático de Psicobiología, Centro de Investigación en Salud, Universidad de Almería

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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