Acabamos de conocer la clonación de una nueva especie de primate, un mono Rhesus (Macaca mulatta). Este trabajo ha sido realizado por un equipo de investigadores en China, el mismo laboratorio que, seis años atrás, ya demostró la clonación de otra especie de primate: el macaco cangrejero.
Dolly, una estrella de la ciencia
Inmediatamente, esta noticia y la palabra “clonación” nos lleva a recordar a la oveja Dolly. Si preguntamos a cualquier persona de la calle si le suena la oveja Dolly, estoy seguro que la mayoría respondería que sí, que conocen o han oído hablar del primer animal clonado a partir de células adultas. Esto solamente ocurre con un reducido número de avances o noticias científicas, las pocas que logran cruzar el umbral de interés de los especialistas y llegan a toda la sociedad. Hay un antes y un después en la divulgación científica con Dolly. El interés de la sociedad por la ciencia se incrementó de forma significativa tras ese hito histórico.
La publicación en la revista Nature del nacimiento de Dolly, en febrero de 1997, suscitó multitud de reacciones y artículos, desde los más sensatos y razonables a los más imaginativos, temerosos de que la clonación animal pudiera llegar a los seres humanos, algo que rápidamente se prohibió y que no ha sucedido.
Lo cierto es que el equipo de investigadores escoceses del Instituto Roslin demostró lo que había anticipado Hans Spemann, embriólogo alemán y premio Nobel, 70 años antes, cuando planteó un experimento para demostrar que el núcleo de una célula no perdía componentes a medida que se transformaba en una célula más especializada. Que cualquier núcleo de una célula del cuerpo de un animal retenía la capacidad de volver a sustentar el desarrollo embrionario completo, dando lugar a un animal clonado.
Durante las décadas de los años 50 y 60 del siglo pasado, diversos investigadores demostraron que la clonación era posible, usando diferentes especies de anfibios. Destacó el trabajo de Sir John Gurdon, embriólogo británico que usó unas ranas africanas para demostrar que podía obtener animales adultos a partir de los núcleos de células del intestino de renacuajos.
Sin embargo, el éxito tardó en llegar a los mamíferos. Pasaron más de 30 años hasta que el equipo de investigadores dirigido por Ian Wilmut y Keith Campbell comunicara al mundo el nacimiento de Dolly.
Después de 300 intentos
La técnica usada para obtener la oveja Dolly era relativamente sencilla. Se vaciaba el material genético de un óvulo y se le introducía el núcleo de una célula adulta. Tras un chispazo eléctrico y tras implantar el embrión así reconstruido en el útero de una hembra del animal en cuestión se podía obtener, con una eficiencia muy baja, un animal clonado. Dolly fue la única oveja que nació tras casi 300 embriones reconstruidos.
Después de la oveja se clonaron otras especies de mamífero, adaptando en cada caso el método a las características propias de la biología de reproducción de cada especie, lo cual no fue nada sencillo.
En 1998 se obtuvieron las primeras vacas y ratones. Un año más tarde se clonó la cabra. El primer cerdo clonado nació en el año 2000 y dos años más tarde les llegó el turno al gato y el conejo. En 2003 se obtuvieron los primeros clones de ratas y caballos, mientras que con el perro no se consiguió hasta 2005.
La hora de los primates
El temor de que la técnica de clonación pudiera llegar a los humanos perdió paulatinamente interés al comprobarse lo difícil que era intentarlo en otras especies de primates, como nosotros. En efecto, no fue hasta 2018 cuando un equipo de investigadores chinos anunció la clonación del macaco cangrejero, el mismo equipo que ahora acaba de anunciar la del mono Rhesus.
Tanto en el experimento de 2018 como en el actual, este laboratorio reporta eficiencias muy bajas de clonación, inferiores al 1 %. Son similares a las obtenidas con Dolly, 27 años después. Se confirma que es posible clonar primates, pero sigue siendo muy ineficaz el método para su posible uso en investigación biomédica.
Adicionalmente, estos experimentos con primates no humanos están prohibidos en Europa, a no ser que se refieran a enfermedades muy graves, mortales, que nos afecten a nosotros o a esas especies.
Una utilidad limitada
¿Para qué ha servido entonces la clonación de animales? En primer lugar para estudiar las fases más tempranas del desarrollo embrionario de mamíferos. En 2012, el Premio Nobel de Medicina recayó en John Gurdon, el clonador de ranas, y Shinya Yamanaka, quien descifró los genes necesarios para reprogramar un núcleo de cualquier célula y convertirla en célula madre. El galardón no reconoció los méritos del equipo escocés responsable de Dolly, seguramente por una serie de desafortunados incidentes y denuncias ocurridas alrededor de aquel experimento, que estaba llamado a ser uno de los hitos del siglo.
La clonación de animales de granja (vacas, ovejas, cabras, cerdos, conejos…) permitió obtener ejemplares modificados genéticamente de forma mucho más sencilla y eficaz, usando núcleos de células previamente modificadas genéticamente que daban lugar a esos animales con la misma modificación genética.
Los cerdos que se utilizan actualmente para los xenotrasplantes se obtuvieron gracias a la clonación. Y también muchos otros modelos animales para estudiar enfermedades humanas en especies distintas del ratón, que hasta ese momento era de las pocas que podía modificarse genéticamente con facilidad.
Sin embargo, la relevancia de las técnicas de clonación disminuyó considerablemente a partir de 2013, con la aparición de las herramientas CRISPR de edición genética, capaces de modificar el genoma de cualquier animal de una forma tremendamente sencilla y muy eficaz. Ya no era necesario usar las técnicas sofisticadas y poco eficaces de clonación para obtener animales con alguna modificación genética: las herramientas CRISPR lo lograban más fácilmente y de forma directa.
Por todo ello, damos la bienvenida a una nueva especie al club de los mamíferos clonados: el mono Rhesus, un primate como nosotros. Pero de nuevo constatamos lo poco eficaz que es la técnica, difícilmente replicable fuera del laboratorio que ha conseguido este avance. En este caso, los investigadores han tenido que modificar de nuevo el método de clonación, reemplazando las células del embrión que darán lugar a la placenta para tener éxito.
Si de algo sirve este último experimento es para convencernos, de nuevo, de lo inútil, innecesario, técnicamente inabordable y éticamente injustificable, además de ilegal, que sería intentar un experimento de clonación con seres humanos.
Lluís Montoliu, Investigador científico del CSIC, Centro Nacional de Biotecnología (CNB – CSIC)
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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