A Marta, estudiante de 21 años, le cayeron seis décadas de golpe. Un molesto zumbido le atravesaba el cerebro y le costaba coger una taza de café sin derramar el líquido. Pero lo peor fue desplazarse hasta el cuarto de baño: sus atléticas piernas –es una corredora empedernida– le empezaron a fallar, abrumadas por un peso indecible. Eso sin contar los pinchazos en la espalda y las articulaciones.
Marta ya sabía lo que era ser un octogenario sin necesidad de soplar sesenta veces más las velas de la tarta. Le bastó ponerse lo que se denomina “traje de simulación de edad”, que permite experimentar temporalmente los achaques de la vejez para poder tratarlos con conocimiento de causa.
Cuidados de alta tecnología
Tecnología y atención a los mayores forman un binomio que cada vez cobra mayor protagonismo a la vista del proceso de envejecimiento que tendrá lugar en las próximas décadas. En España, por ejemplo, y según los datos del INE, la población con 65 o más años pasará del 20 % al 30,4 % en 2050.
Estas nuevas tecnologías no solo van a revolucionar los sistemas de salud y los cuidados, sino también la formación de los profesionales del sector. Un buen ejemplo son los trajes como el que se puso la ficticia Marta al principio del artículo.
En el Máster de Gerontología, Dependencia y Protección de los Mayores de la Universidad de Granada se optó en 2020 por incorporar el simulador Gert, de la empresa alemana Produkt+Projekt, diseñado por el ergonomista Wolfgang Moll.
Gracias a sus distintos módulos, mecánicos y electrónicos, Gert permite al usuario percibir las limitaciones propias de la edad, tanto en relación a la movilidad como en la capacidad sensorial.
Acúfenos y temblores
En el apartado electrónico, el traje cuenta con dos dispositivos: unos auriculares para simular acúfenos –zumbidos internos– y unos guantes que provocan temblores en las manos.
Los primeros consisten en unas orejeras de protección auditiva que integran unos altavoces estéreo. Estos se conectan por cable a un reproductor de música MP3 que contiene grabaciones de hasta ocho sonidos característicos de los acúfenos. La entrada sonora se reduce a 82 decibelios como medida de seguridad frente al exceso de ruido.
Por su parte, los guantes están conectados a un dispositivo analógico de corriente de estimulación muscular con dos controles giratorios, gracias a los cuales se pueden ajustar de modo progresivo la intensidad y la frecuencia de ambos simuladores de temblores. Actúan como almohadillas receptoras, provocando la electroestimulación muscular que genera el movimiento involuntario.
Limitación de movimientos
El resto de componentes, de índole mecánico, actúan principalmente sobre las habilidades motoras (simulando un envejecimiento saludable) o provocan molestias y dolores (envejecimiento patológico).
Así, con objeto de recrear las dificultades para moverse, se incluyen módulos con diversos pesos (el peso de la edad): un chaleco de hasta 10 kilos; muñequeras de hasta 1,5 kg cada una; y dos tobilleras de hasta 2,4 kg. Todos pueden ajustarse y distribuirse individualmente.
Otros elementos sirven para reducir la flexibilidad del aprendiz de anciano: un collarín, coderas, guantes especiales (en diferentes tamaños), rodilleras y unos cubrezapatos. Además de generar una marcha inestable, estos últimos transmiten una sensación esponjosa y reducen la sensibilidad del contacto con el suelo.
¡Eso duele!
Si además queremos que el usuario experimente ciertas patologías, también hay componentes que se ocuparán de ello. Es el caso de unas espalderas similares a las que utilizan los motoristas, pero provistas en su interior de dos columnas de pinchos de acero que simulan los dolores de espalda. Una rodillera, dotada igualmente con pinchos, recrea las molestias de una artrosis de rodilla. Y por último, un simulador de cifosis encorva la postura del usuario mediante un lazo ajustable al cuello y unido a un cinturón.
El traje modular se completa con un juego de seis gafas de simulación. Presentan diferentes lentes tratadas para reproducir los síntomas de diversos trastornos oculares: cataratas, degeneración macular, desprendimiento de retina unilateral, glaucoma, retinopatía diabética y retinitis pigmentosa.
En definitiva, se trata de un recurso didáctico y de sensibilización cuya eficacia es más que notable. Varios estudios científicos respaldan su utilidad.
Sergio Maldonado Ortega, estudiante del máster universitario en Ingeniería Biomédica de la Universidad Internacional de Valencia y graduado en Ingeniería Electrónica Industrial, ha colaborado en la elaboración de este artículo.
Juan Antonio Maldonado Molina, Coordinador del Máster de Gerontología, Dependencia y Protección de los Mayores, Universidad de Granada y José Luis Cabezas Casado, Profesor de Psicología, Universidad de Granada
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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