La transición de bachillerato a la universidad es un momento clave en el desarrollo académico y profesional de las personas que optan por realizar estudios superiores. Este periodo crítico supone un riesgo académico para los estudiantes de nuevo ingreso: por ejemplo, en España, datos recientes indican que más de un 33 % del alumnado universitario abandona sus estudios de grado.
Para que la adaptación a la educación universitaria sea óptima, es preciso identificar y potenciar las competencias que puedan mejorar el aprovechamiento académico. ¿Cuáles son los factores que más colaboran a que un estudiante o una estudiante saque el máximo partido a la enseñanza universitaria?
¿Qué competencias evaluamos?
El trabajo de las universidades en la formación del estudiantado universitario se sustenta, sobre todo, evaluando conocimientos específicos y habilidades cognitivas. Los programas curriculares de los estudios universitarios y las evaluaciones en estudiantes de nuevo ingreso se suelen basar en los logros académicos.
Pero es un error considerar el éxito académico y la calificación académica como conceptos análogos e intercambiables: el primero debería entenderse como un criterio multifacético. El éxito académico supone no solo buenas calificaciones, sino también la adquisición de habilidades y competencias.
Además, centrarse en los logros del alumnado produce un perfil “intelectualizado”, basado en el nivel alcanzado en habilidades cognitivas, infravalorando otras competencias que aporten una visión más completa.
Más allá de las competencias cognitivas
Algunos expertos enfatizan el rol de competencias de tipo no cognitivo en estudiantes universitarios. Estas suponen un valor añadido para la promoción del éxito académico en estudiantes de nuevo ingreso.
Este enfoque supone apostar por currículos formativos que sitúen a los estudiantes como agentes transformadores de cambio y no objetos pasivos de la instrucción académica. Identificar cuanto antes las variables, habilidades y competencias que se necesitan para esto es algo que se debe buscar y fomentar desde el comienzo de la vida universitaria.
Entre estas variables, deben considerarse las competencias no cognitivas, cuya influencia en el éxito académico universitario es una evidencia. Un ejemplo claro de ello son las denominadas competencias de orden superior o metacognitivas: la capacidad de pensar críticamente, analizar, sintetizar, evaluar y aplicar el conocimiento de manera creativa. Se diferencian de las competencias cognitivas basadas en la memorización y repetición de conocimientos adquiridos.
El impacto en el éxito académico
Ante el creciente interés por conocer qué competencias deben tenerse en cuenta en estudiantes de nuevo ingreso, realizamos una revisión sistemática cuyos resultados respaldaron una idea clave: la formación académica no puede estar únicamente dirigida por la identificación y promoción de competencias cognitivas.
Concretamente, los resultados obtenidos tras un análisis pormenorizado de 42 evaluaciones utilizadas en estudiantes de nuevo ingreso mostraron evidencias sobre la relación entre las competencias académicas cognitivas y no cognitivas con el desempeño de los estudiantes.
Hemos identificado 18 competencias clave, que se han clasificado en las siguientes categorías:
Habilidades cognitivas: razonamiento verbal, habilidades de escritura, razonamiento lógico y razonamiento numérico.
Habilidades de autorregulación: colaboración, pensamiento crítico, regulación del esfuerzo, liderazgo, gestión del estudio y del tiempo, y aprendizaje autodirigido.
Factores de personalidad y rasgos: escrupulosidad, extraversión, determinación, procrastinación y profesionalismo.
Factores motivacionales y actitudinales: percepción de control interno o “locus de control” interno (es decir, atribuir que los resultados de nuestras acciones se deben a nuestras propias capacidades) y autoeficacia.
Variables psicosociales y contextuales: responsabilidad social.
Como puede observarse, las habilidades cognitivas no son las únicas que influyen en el rendimiento académico. Son especialmente importantes las habilidades de autorregulación, que implican la monitorización y administración de nuestras propias capacidades cognitivas, como el razonamiento en diferentes actividades académicas.
Potenciar todas las competencias
La evidencia obtenida abre la puerta a políticas educativas centradas en potenciar competencias que permitan optimizar el éxito del estudiantado universitario en un sentido más completo, y no referido solamente a sus resultados académicos.
En este sentido, estas políticas deben estar destinadas a la planificación de rutas formativas más completas, basadas en el desarrollo de competencias cognitivas y no cognitivas en el contexto universitario, que favorezcan el desarrollo integral del estudiantado.
Tal es el caso de estrategias educativas centradas en fomentar el pensamiento crítico en términos de creatividad, cuestionamiento y autodescubrimiento o de la gestión del tiempo para evitar el creciente problema de procrastinación. Estos serán elementos clave para promocionar el éxito académico universitario a través de la identificación de las condiciones idóneas para un aprovechamiento óptimo de la etapa universitaria.
Juan F. Luesia Lahoz, Psicómetra, Universidad Loyola Andalucía; Isabel Benítez Baena, Profesora Titular de Universidad. Psicometría. , Universidad de Granada y Milagrosa Sánchez Martín, Profesora Titular de universidad. Área de Metodología de las Ciencias del Comportamiento, Universidad Loyola Andalucía
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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