¿Sabía que una de cada tres personas que sufren trastorno de juego es mujer? La cifra no pasa desapercibida. No obstante, en los centros de tratamiento se atiende a un 10 %, de mujeres como máximo, así que esta cifra no se corresponde con el 32 % de la población femenina que se presupone que juega de manera patológica.
Sabemos que la problemática de juego puede desarrollarse tanto en hombres como en mujeres. Sin embargo, parece que existen ciertas características diferenciales en la manifestación del trastorno de juego en función del sexo. Los estudios indican que, si bien es cierto que se da con más frecuencia entre los hombres, las mujeres presentan mayores dificultades para el reconocimiento del problema y tienen un mayor estigma social.
Investigaciones previas muestran un patrón relacionado con el sexo en cuanto al inicio, evolución, consecuencias, tipología y motivos de juego. En este sentido, las mujeres empiezan a jugar más tarde que los hombres, iniciando el juego entre los 30-40 años, frente a ellos, que muestran una mayor tendencia a manifestar las primeras conductas de riesgo durante la adolescencia.
Asimismo, la progresión desde una conducta inicial de juego (sea o no de riesgo) hasta lo que denominamos un trastorno de juego es alrededor de dos veces más rápida en el caso de las mujeres. En cuanto al curso del problema, la evolución de la adicción al juego en el caso de la mujer cursa de manera más interna y menos visible, lo que puede dificultar su detección.
Perspectiva de género en las apuestas
Por otro lado, los hombres tienden a sumergirse en juegos que requieren un mayor nivel de competitividad y acción. Destacan especialmente las apuestas deportivas, las cartas o las carreras, además de abarcar un mayor número de juegos de manera simultánea.
Por su parte, las mujeres muestran una mayor tendencia hacia juegos menos estratégicos y principalmente basados en el azar como el bingo, las máquinas tragaperras o la lotería.
Todo esto parece estar explicado por el hecho de que los hombres tienden a mostrar mayor impulsividad, así como un mayor interés por la ganancia económica y la búsqueda de sensaciones; mientras que las mujeres tienden a utilizar el juego como forma de aliviar estados anímicos negativos o evadirse de los problemas.
En esta línea, los estudios han señalado que las mujeres manifiestan un número más elevado de problemáticas psicosociales anteriores al desarrollo de la adicción tales como el desempleo, problemas interpersonales, historia familiar de abuso de alcohol y drogas, sucesos traumáticos infantiles, vivencia de pérdidas significativas o violencia doméstica que, unidos en numerosas ocasiones a la presencia de problemáticas psicológicas (por ejemplo, ansiedad, depresión, conductas autolesivas, etc.), pueden conducir al uso del juego como vía de escape. Unido a esto, las mujeres también indican un mayor uso de psicofármacos que los hombres, como son los tranquilizantes.
Nos encontramos ante un escenario donde la mujer que realiza comportamientos que no son socialmente asumidos como “normales” o que no se ajustan a los “roles o cualidades femeninas” esperadas, como es el caso de una adicción, son sometidos a un mayor cuestionamiento e incomprensión que en el caso de los hombres, sufriendo así un proceso de penalización moral y social. Por ese motivo, es imprescindible realizar estudios que analicen el problema del juego desde una perspectiva de género.
En la actualidad, existe una creciente investigación sobre el impacto de la covid-19 en las diferentes áreas vitales, incluyendo el indudable efecto que supone en la salud mental. En este línea, observamos una elevada feminización, tanto de las profesiones sanitarias que luchan en primera línea contra la pandemia, como del sector de cuidados profesionales y domésticos o del sector de la limpieza.
Resulta lógico pensar que las mujeres están expuestas a una mayor probabilidad de contagio. Esto podría aumentar los sentimientos de angustia, miedo, pánico, culpa o responsabilidad, suponiendo un factor de alto riesgo para la salud física y mental.
Paralelamente, se ha estudiado que en tiempos de crisis y aislamiento social, el riesgo de abuso doméstico aumenta. Por consiguiente, debemos prestar especial atención a las consecuencias que en otros momentos ya han sido asociadas a un mayor impacto en la salud de las mujeres y que, debido a la pandemia, han podido o pueden aún verse agudizadas: mayor cansancio, miedo al contagio, peor salud percibida, estrés, depresión, consumo de psicofármacos, dietas no saludables, problemas en la higiene del sueño, mayores demandas de cuidados informales o menor tiempo para el autocuidado.
Mujeres, juego y pandemia
Como se ha mencionado previamente, las mujeres a menudo inician las conductas de juego después de un acontecimiento vivido de manera traumática. En esta línea, debemos tener en especial consideración las repercusiones de la pandemia en cuanto a la fatiga, la carga de cuidados, el impacto emocional, la incertidumbre económica, el aburrimiento, el aislamiento social, la angustia de muerte o el fallecimiento de seres queridos.
Por tanto, la época de pandemia ha podido suponer, sin duda, el escenario perfecto para el aumento de los factores que facilitan el inicio, mantenimiento o agravación de los problemas de juego.
Es necesario destacar el incremento de la modalidad de juego online, que no solo permite el acceso continuado y sin límites, sino que tampoco supone ningún control social, además de permitir una desconexión del entorno y paliar el aburrimiento que han supuesto los meses de aislamiento (factores y circunstancias que ya hemos destacado que suponen un especial riesgo si hablamos de juego y mujer).
Actualmente, desde la Universidad de Deusto estamos llevando a cabo un proyecto de investigación financiado por el Plan Nacional sobre Drogas que pretende estudiar el trastorno de juego en el caso de la mujer, así como el impacto de la covid-19 en este área de estudio.
Una forma de contribuir a paliar este problema y ayudar a la investigación científica es participar en este cuestionario (solo para personas mayores de 18 años).
¡Su colaboración ayuda a atajar problemas sociales muy graves!
Laura Macía Guerrero, Psicóloga, Universidad de Deusto y Ana Isabel Estévez Gutiérrez, Senior lecturer, Universidad de Deusto
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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