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¿Puede el estoicismo ayudarnos en estos tiempos de incertidumbre?

¿Puede el estoicismo ayudarnos en estos tiempos de incertidumbre?

Hace más de dos mil años nació el movimiento filosófico del estoicismo, que sigue presente en nuestras vidas. ¿Por qué?

En los últimos años, estamos asistiendo a un potente resurgir de lo que se ha venido conociendo como movimiento neoestoico. Pero ¿puede una filosofía tan antigua y desplegada bajo circunstancias tan distintas como es el estoicismo ayudarnos a superar emocionalmente nuestras incertidumbres actuales?

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El estoicismo antiguo

Más de dos mil años nos separan del nacimiento de la escuela estoica. En su momento, fue una filosofía novedosa que situaba la racionalidad del universo, el logos, como la piedra angular de un sistema con indudables efectos prácticos. Nació en la Stoa Poikile, un monumento de la antigua Grecia situado en el ágora de Atenas, el centro de la ciudad. Precisamente por la costumbre de Zenón de Citio, fundador del estoicismo, de impartir lecciones allí, esta escuela filosófica lleva su nombre.

Enseñaba una física materialista y una lógica dividida en retórica y dialéctica. La corrección en el uso de la palabra, en su doble sentido, gramatical y ante el público, constituía una cuestión del máximo interés para la filosofía estoica. La física y la lógica tenían por objeto adiestrar al neófito para llevar una vida regida por el comportamiento virtuoso, esto es, conforme a la propia naturaleza humana.

Las virtudes estoicas –la sabiduría, la justicia, la moderación y la fortaleza–, trataban de construir un carácter fuerte y preparado para afrontar los reveses de la vida, pero también la moderación en el disfrute de las comodidades y placeres. No hay que olvidar que Zenón presentó el estoicismo como alternativa filosófica al epicureísmo, que declaraba como supremo bien el placer.

El éxito del estoicismo fue casi inmediato. Prueba de ello es que, a su muerte, Zenón fue ensalzado por los atenienses por una vida ejemplar en virtud y en honradez. A partir de ese momento comenzó la historia de lo que el estudioso Max Pohlenz ha denominado el “movimiento espiritual” estoico. Y es que esta corriente impregnó prácticamente todos los ámbitos de la vida y de la cultura grecorromanas hasta al menos el siglo II de nuestra era.

Los romanos potenciaron el aspecto ético del estoicismo. El sabio estoico creado por Zenón resultaba un ser irreal. Era un personaje tan exageradamente resistente a las pasiones que podía ser feliz incluso en el potro de tortura. Un ideal de este tipo, propio de la filosofía griega, no podía ser ajeno a las burlas de los romanos. Cicerón vio en él un constructo válido únicamente para ejercicios escolares. Los pensadores romanos gustaban más hablar del proficiens, que no es exactamente el sabio, sino el aprendiz que tiene la voluntad de comportarse honestamente a pesar de las dificultades cotidianas.

En Roma los principios estoicos fueron guías de conducta para buenos ciudadanos, padres, hijos o amigos que cumplen con sus deberes sociales. Así el estoicismo se convirtió en un poderoso vehículo para la transmisión de valores sociales y tradiciones ancestrales. Su decadencia caminó de la mano del ascenso del cristianismo, doctrina contestataria de los valores romanos clásicos que, no obstante, con el tiempo terminó integrando muchos aspectos de las enseñanzas del pórtico.

El neoestoicismo

La publicación en 1998 de A New Stoicism, de Lawrence C. Becker, es el momento fundacional del movimiento neoestoico. El libro es una interesante reivindicación de la ética estoica realizada por un académico que conoce bien su filosofía. Y es, desde luego, una obra de naturaleza muy distinta a las que actualmente encontramos en las librerías, auténticos bestsellers mundiales.

Estas últimas han puesto a disposición del público doctrinas estoicas ciertamente algo desdibujadas, aunque efectivas y con muchos vínculos de unión con la psicología cognitivo-conductual. El abanico es amplio y apto para todas las sensibilidades y perspectivas. Los hay sencillos y accesibles, como El arte de la buena vida, de William B. Irvine, o el célebre Cómo ser un estoico, de Massimo Pigliucci. Pero también más “académicos”, escritos por divulgadores que enseñan estoicismo antiguo en las universidades, como John Sellars.

El movimiento neoestoico ha alcanzado su máxima popularidad en el mundo anglosajón. Allí el equipo de “Modern Stoicism”, creado en 2012, organiza en octubre de cada año la Stoic Week. Modern Stoicism es también la organizadora de Stoicon, un congreso anual de estoicos a nivel planetario. Se trata de un grupo sólido integrado por profesores de filosofía y psicología, como Christopher Gill o Donald Robertson.

A este conjunto de actividades hay que sumar una extraordinaria labor de difusión de otros grupos de promoción del estoicismo a través de las redes sociales. Los usuarios de internet tienen a su disposición multitud de recursos y programas de lectura de clásicos estoicos, como el exitoso Stoicism On Fire. Incluso se ha llegado a crear un registro de seguidores de la filosofía estoica.

La característica más relevante de estas comunidades es la centralidad que conceden al comportamiento ético. En general, nos muestran cómo construir una vida moralmente íntegra. El mismo Pigliucci, desarrollando algo más detenidamente la parte final de Cómo ser un estoico, publicó en 2019, junto al terapeuta Gregory Lopez, Mi cuaderno estoico. Cómo prosperar en un mundo fuera de tu control. Es un texto en el que se presentan cincuenta y dos lecciones, una para cada semana del año, dirigidas a aceptar con la fortaleza moral de un sabio estoico las múltiples e inevitables dificultades de la vida actual.

Como todo movimiento que se convierte en masivo, el compromiso de los seguidores del neoestoicismo con las doctrinas de esta escuela filosófica resulta muy desigual. Algunos acceden a ellas simplemente como una forma de encarar momentos vitales difíciles. Otros, en cambio, sienten interés por una aproximación más teórica y apuestan por la moral estoica como un producto filosófico adecuado frente a las propuestas éticas actuales.

En general estos últimos defienden conceptos tradicionales como deber cívico, resistencia ante la adversidad o austeridad en las expresiones de afecto. Muestran una desconfianza ante propuestas, a su juicio excesivamente individualistas y emotivistas, de ciertas teorías psicológicas y pedagógicas actuales.

¿Por qué este resurgir del estoicismo?

Algunos factores permiten explicar el auge del neoestoicismo. El más importante es la centralidad de la razón en su sistema. Su prioridad resulta muy eficaz como reacción ante un mundo en el que las emociones parecen ocupar un puesto relevante en los relatos de articulación social.

Además, permite recuperar el concepto de naturaleza humana, tan minusvalorado por la Filosofía en las últimas décadas. Por otro lado, su acentuado moralismo se ajusta muy bien a un mundo con una tendencia creciente a abordar toda actividad humana desde un punto de vista prioritariamente moral.

En definitiva, responde a un anhelo muy antiguo en la tradición filosófica occidental: el de edificar nuestras reglas de conducta sobre los firmes cimientos de una racionalidad común.

Iker Martínez Fernández, Profesor de Historia de la Filosofía Antigua. Departamento de Filosofía, UNED – Universidad Nacional de Educación a Distancia

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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