La incorporación de dispositivos tecnológicos a las vidas de los más jóvenes ha disparado distintas alarmas sociales. Una de ellas tiene que ver con el consumo y producción de contenidos con connotaciones sexuales en redes sociales. Las respuestas dentro y fuera de los estudios académicos han sido diversas ante este fenómeno con tantos matices y variables.
Por un lado, se ha descrito una creciente sexualización, entendida como proceso por el cual se mide el valor de una persona de acuerdo con su apariencia, atractivo, atributos sexuales y disponibilidad sexual.
Paralelamente, se identifica una mayor objetualización o cosificación de las personas, entendiéndola como la conversión de la persona en objeto de deseo sexual de los demás. Y un incremento del grado de sexualización (hipersexualización) desde un entorno que favorece la presencia constante del discurso sexual y enjuicia las manifestaciones sexuales en determinados grupos sociales, tales como mujeres racializadas o niñas.
Por otra parte, también hay quienes lo abordan como nuevas formas de vivir la sexualidad propia de una generación nativa digital, donde un mayor contacto con cuerpos y sexualidades diversas amplía las formas de expresión, agencia (toma de decisiones) y libertad sexual.
¿Empoderamiento o cosificación?
Para explorar la ambivalencia entre empoderamiento sexual o cosificación en entornos virtuales hemos llevado a cabo una investigación. En ella, analizamos los contenidos expuestos en TikTok y los discursos de menores sobre su comportamiento social y sexual en la red social. Realizamos un análisis observacional de los vídeos publicados por los 12 tiktokers con más seguidores en España mediante una escala de conductas sexualizantes y entrevistamos a 12 menores entre 8 y 17 años.
La observación de los 638 vídeos publicados por las cuentas seleccionadas en un mes mostró un entorno proclive a la sexualización. 10 de las 12 cuentas difundieron conductas sexualizantes:
Un 26 % de los vídeos incluían gestos seductores como morderse los labios y sacar la lengua.
Un 25 % incorporaba canciones con connotaciones sexuales.
Un 22 % realizaba bailes seductores.
En un 14 % la vestimenta dejaba al descubierto partes del cuerpo como el torso o la espalda.
En menor medida, en los vídeos los influencers aparecían en ropa interior o bañador (0,58 %) o hacían uso de lenguaje sexual o degradante (1,74 %).
Las cuentas de hombres (3/12) y mujeres (9/12) mostraron estas conductas en cantidades similares.
‘Ser suelto o suelta’
En las entrevistas los menores explicaron que empiezan a usar TikTok con menos de diez años buscando entretenerse y aumentar su contacto social. Reconocieron abiertamente que la sexualización en los vídeos es un rasgo característico de TikTok del que son conscientes.
Aludieron a la sexualización bajo la expresión “ser suelto” o “suelta” y la asociaron al uso de ropa provocativa y bailes abiertamente sexuales, aunque no incluyeron referencias a gestos seductores o letras musicales con connotaciones sexuales.
Un yo virtual condicionado
Los participantes aceptaron que en TikTok modelan su yo virtual según estándares de belleza, sensualidad, éxito y popularidad, con frecuencia condicionados por las personas a las que siguen.
En este sentido, la hipersexualización se pudo interpretar como una pauta de relación virtual y como una estrategia para captar atención, acumular reconocimiento, prestigio (con me gusta o seguidores) e incluso monetizar la influencia.
No obstante, la gran mayoría, pese a reconocer esta dinámica, mantuvo posiciones críticas.
El papel del cuerpo y la gordofobia
De acuerdo con la lógica descrita, otorgaron un papel central al cuerpo. Presentar un cuerpo sano y sexualmente deseable en redes es un horizonte que muchos persiguen.
Esto hace que, a su vez, denuncien jerarquías dentro de las redes sociales basadas en el cuerpo (los más sexys reciben más reconocimiento virtual).
La presión que generan esas normas corporales, estéticas y sexuales explica que una de las discriminaciones más mencionadas sea la gordofobia.
Juicio desigual entre hombres y mujeres
Respecto a las diferencias de género, los jóvenes manifestaron que la sexualización sólo se percibe y castiga en las mujeres.
Los discursos acerca de la hipersexualización en mujeres se presentaron de manera paradójica: cuando se referían a ella en primera persona era descrita como una forma de empoderamiento y obtención de apoyo real; mientras que cuando el fenómeno se analizaba desde fuera, en otras mujeres, se transfería una visión mucho más negativa y estigmatizada.
Estas conductas en mujeres se asociaron a más riesgo de sufrir acoso, insultos e incluso violencia en la vida real.
Clima de acoso y presión
Si bien los menores valoraron positivamente su vida social virtual, también admitieron que existe un clima de reactividad y violencia, donde los insultos, el acoso, los celos y la agresividad son constantes. Muchos declararon haber sufrido algún tipo de violencia verbal y psicológica.
Saben que la exposición de su vida pública frente al anonimato y los perfiles falsos facilita la crítica y favorece una violencia sin sentido de la responsabilidad.
La presión estética, generada mediante la crítica y la comparación, y la ciberviolencia se reconocen como factores que inciden negativamente sobre su salud mental y su autoconcepto corporal.
Una cultura de la autoestima
Para contrarrestar estas presiones, los jóvenes contribuyen activamente a generar una cultura de la autoestima por la que, mediante me gusta y comentarios, refuerzan positivamente apoyar las imágenes, bailes y comentarios propios y ajenos.
Todo esto ayuda a entender la ambivalencia asociada a la imagen sexualizada que algunos jóvenes construyen en redes sociales. Redes como TikTok presentan una cultura relacional y sexual específica con códigos, comportamientos y prácticas sexualizados socialmente y de la que los jóvenes se sienten copartícipes.
Identidad virtual vs. salud mental
Así pues, mostrarse sexy es una forma de relacionarse, validada socialmente, y que se vive como una forma de construir su identidad virtual y valorizar su yo virtual.
De manera indisociable, los menores también narran procesos de objetualización y moralización de las jóvenes que exhiben esta imagen, favoreciendo un entorno de hostilidad y amenaza que desencadena problemas de salud mental.
La estrecha interrelación entre empoderamiento y cosificación sexual hace necesarias estrategias socioeducativas que permitan humanizar los vínculos digitales y prevenir las ciberviolencias, considerando las desigualdades de género estructurales, pero sin alimentar una visión de la sexualidad como mera fuente de peligros solo abordable desde la censura.
Encarnación Soriano Ayala, Catedrática de Metodos de Investigación en Educación, Universidad de Almería y Verónica Caballero Cala, Profesora investigadora de Métodos de investigación, Universidad de Almería
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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