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La red social y la solidaridad entre generaciones frente a la exclusión de los jóvenes extutelados

La red social y la solidaridad entre generaciones frente a la exclusión de los jóvenes extutelados

Nadie se hace adulto nada más cumplir 18 años. A los jóvenes tutelados se les pide un paso así de brusco. Contar con adultos de referencia en su red de apoyo es importante. ¿Cómo podemos favorecerlo?

Jorge Díaz Esterri, UNED – Universidad Nacional de Educación a Distancia; Ángel De-Juanas Oliva, UNED – Universidad Nacional de Educación a Distancia y Rosa María Goig Martínez, UNED – Universidad Nacional de Educación a Distancia

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Los cambios culturales y económicos que se han producido en las últimas décadas han transformado el proceso de transición a la vida adulta. Los hitos que marcaban el paso a la adultez, como el trabajo estable o la emancipación del domicilio familiar, se han vuelto cada vez más esquivos.

En consecuencia, la transición a la vida adulta se ha prologado, y se ha creado una nueva etapa vital situada entre los 18 y los 29 años denominada “adultez emergente” por el psicólogo estadounidense Jeffrey Arnett.

Para la mayoría de los jóvenes, esta es una etapa clave. Se trata de un periodo caracterizado por el cambio y la toma de decisiones. La posibilidad de alargar este proceso se da, en parte, gracias al apoyo afectivo y económico de la familia.

Hacerse adulto desde la tutela

Sin embargo, cuando la emancipación se produce ineludiblemente a los 18 años, como ocurre en los jóvenes que se encuentran bajo la tutela del sistema de protección, no se puede hablar de adultez emergente ya que este periodo no llega a producirse.

Además de no tener un entorno que pueda satisfacer sus necesidades biológicas, afectivas y sociales, muchos de estos jóvenes presentan problemas de conducta, por haber sufrido experiencias de maltrato o abandono en su infancia. Estos problemas limitan su capacidad de crear una red social en la que apoyarse para afrontar su paso a la vida adulta.

A pesar de esto, los programas de preparación para la vida adulta se centran en la autonomía económica, y relegan a un segundo plano la red social de apoyo. Esto es debido a la elevada representatividad de este colectivo en las estadísticas sobre exclusión social.

La imprescindible red de apoyo

La red de apoyo se considera uno de los principales factores de prevención frente a la exclusión social. Influye sobre recursos personales como la autoestima y en recursos relacionales como el apoyo afectivo.

Para suplir la escasez de apoyo emocional y social que tienen estos jóvenes, esta red tiene que ser sólida y heterogénea. Y para ello, las relaciones entre personas de diferentes generaciones es indispensable. Los adultos ajenos a la familia cumplen un papel básico en la adaptación de los jóvenes con una trayectoria en el sistema de protección.

Esto invita a buscar espacios donde se fomenten este tipo de relaciones. Programas, actividades o actuaciones en los que se promueven relaciones entre personas de diferentes generaciones en un entorno de solidaridad y cooperación.

Se consigue así involucrar a estos jóvenes en diferentes actividades y mecanismos sociales en espacios inclusivos. De este modo, se abre la posibilidad de que salgan del aislamiento y la desconfianza hacia el propio sistema y entorno en el que viven.

Los programas intergeneracionales con la tercera edad, los espacios de ocio donde confluyen personas de diferentes edades en entornos normalizados, y las actividades de voluntariado ayudan a los jóvenes extutelados a configurar una red social de apoyo que facilita su tránsito a la vida adulta.
Shutterstock / Oleg Kopyov

Referentes adultos

En esta línea, una investigación realizada recientemente ha determinado que estos jóvenes sufren una marcada ausencia de referentes adultos fuera del tejido institucional. Especialmente, en el inicio del tránsito a la vida independiente.

Asimismo, estos jóvenes manifiestan que su red social está formada, principalmente, por otros jóvenes que han conocido durante su trayectoria en el sistema de protección.

Sin embargo, existen espacios que tienen una repercusión positiva en la transición a la vida adulta de estos jóvenes y donde las relaciones intergeneracionales tienen una gran importancia. Se trata de programas con la tercera edad; campamentos donde estos jóvenes ejercen como monitores; espacios de ocio donde confluyen personas de diferentes edades en entornos normalizados; y actividades de voluntariado donde estos jóvenes pueden ser vistos por adultos alejados de los estigmas que les persiguen.

Todas estas vivencias y las relaciones establecidas a través de ellas les ayudan a configurar una red social de apoyo que facilita su tránsito a la vida adulta y lo hace menos brusco.

Jorge Díaz Esterri, Investigador en Formación Departamento de Teoría de la Educación y Pedagogía Social, UNED – Universidad Nacional de Educación a Distancia; Ángel De-Juanas Oliva, Profesor Titular de Universidad. Departamento Teoría de la Educación y Pedagogía Social. Área Educación., UNED – Universidad Nacional de Educación a Distancia y Rosa María Goig Martínez, Profesor de Pedagogía Diferencial y Prácticas Profesionales, UNED – Universidad Nacional de Educación a Distancia

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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