Los estereotipos que rodean a las personas muy inteligentes han ido evolucionando con los años. En la imaginación colectiva predominan dos imágenes. En la primera, las personas con altas capacidades son excelentes en todos los ámbitos de su vida. La segunda visión se relaciona con el mito del genio inadaptado y problemático, especialmente en áreas socioemocionales.
Alrededor de dos tercios de la población tienen esta segunda imagen. Sin embargo, la evidencia científica no sugiere la presencia de mayores problemas socioemocionales.
Por otro lado, el concepto de personas altamente sensibles (PAS) surge a finales de los años 90 del pasado siglo. Una de sus características es el procesamiento profundo de los estímulos: son personas que analizan la información de manera exhaustiva y reflexiva, prestando atención a sutilezas y matices. Este solape con algunos rasgos de las personas con alta capacidad, junto con varios autores que han señalado comportamientos similares, han llevado a suponer que la alta sensibilidad es una característica que define a las personas con altas capacidades.
Sobre las emociones y los sentimientos
Los avances de las últimas décadas en el estudio de las emociones y los sentimientos a través de la neurociencia han permitido proponer teorías que unifican la dicotomía cuerpo-mente. Hoy, entendemos al ser humano como un sujeto cuya configuración neurobiológica da lugar a un complejo entramado y proceso que lo convierte en una unidad sintiente y pensante.
Es decir, un organismo que puede percibir el entorno que le rodea y a sí mismo, activar los mecanismos para responder a los estímulos endógenos y exógenos (de dentro y fuera del organismo), y evaluar tanto los estímulos como la respuesta. No sólo respondemos a los estímulos: tenemos la capacidad de configurar complejas imágenes mentales con conciencia de nosotros mismos. Estas imágenes son representaciones internas que aglutinan la información recogida de los estímulos, la recreación de experiencias pasadas y se usan para construir la idea de un sentimiento.
Las emociones y los sentimientos se producen en los seres humanos en esta matriz cuyos escenarios parecen dos (el cuerpo y la mente), pero en el fondo suponen uno solo. El proceso comienza con un estímulo que, por sus características, es capaz de desencadenar una reacción en otro lugar del cerebro. Esto provoca una respuesta emocional a nivel corporal (por ejemplo, alteraciones en el ritmo cardíaco o sudoración) y cerebral.
Estas respuestas son cartografiadas por el cerebro y su imagen mental supone el componente básico de los sentimientos. Las personas disponemos de un registro de esas imágenes (memoria autobiográfica) que nos permite poner nombre a lo que sentimos.
Esta imagen mental (sentimiento) y las nuevas respuestas fisiológicas que genere (emociones) dan lugar a un proceso de influencias mutuas que puede reverberar y amplificarse o consumirse.
Particularidades de las personas con altas capacidades
Las personas con altas capacidades cuentan con unas características neurobiológicas innatas diferenciales, tanto en lo que atañe a la estructura cerebral como a su funcionamiento (diferencias en la activación, actividad y conexión entre áreas). Esto se relaciona con características cognitivas distintivas: tienen un mayor torrente de ideas, la capacidad de conectar diferentes temáticas y mayor velocidad en la comprensión de ideas complejas.
También presentan una mayor excitabilidad imaginativa e intelectual. Esto quiere decir que se muestran fervientemente apasionados dada su fascinación por las ideas y desafíos intelectuales. Y eso puede conducirles a una fuerte conexión con mundos ficticios y creativos.
Sin embargo, a nivel fisiológico no se ha observado una reactividad superior, porque los estímulos no generan en ellas emociones más intensas.
Además, puntúan más bajo que la población normal en la escala de persona altamente sensible en cuanto a la reactividad emocional y fisiológica.
Sí tienen otras cosas en común con las personas altamente sensibles: puntúan más alto que la población normal en tres subescalas positivas del mismo cuestionario (sensibilidad socio-afectiva, sensibilidad estética y comodidad sensorial). Esto se relaciona con un rasgo de personalidad llamado “apertura” (disposición a experimentar nuevas ideas, emociones y actividades). Y, dado que la apertura está más estrechamente ligada con la inteligencia verbal, podría alinearse con la capacidad que tienen las personas con altas capacidades para la elaboración de ricos y complejos discursos mentales.
Sentimientos producto del pensamiento
La retroalimentación de un intelecto poderoso como es el de las personas con altas capacidades es mayor, sin que necesariamente las respuestas fisiológicas emocionales lo sean. Su torrente de ideas da origen a un bucle de sentimientos expansivo, es decir, la lectura e interpretación por parte del cerebro del proceso de emociones-sentimientos que se ha puesto en marcha es más prolífera. No es que las emociones se sientan con más fuerza, sino que el proceso asociativo de ideas es considerablemente más extenso.
Los sentimientos no dependen únicamente de la sensibilidad en la captación de estímulos, ni de la reactividad fisiológica. Los sentimientos se construyen en la esfera del pensamiento y se nutren de la evocación del registro de nuestras experiencias previas y de la proyección de futuras posibilidades. Todo esto lo proporcionan los recursos cognitivos. Y si hay algo que distingue a las personas con altas capacidades es, precisamente, la parte intelectual.
En vez de afirmar que las personas con altas capacidades tienen alta sensibilidad resulta más adecuado decir que disponen de una mayor intensidad sentimental. Así apuntamos a la idea de que sus sentimientos son más complejos y pueden retroalimentarse.
Paloma Merello Giménez, Profesora Titular de Universidad en Finanzas y Contabilidad. Coordinadora de proyectos sobre desarrollo del talento, Universitat de València
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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