En el mundo actual, los conocimientos tienen fecha de caducidad, y continuamente se generan nuevas necesidades educativas. Por ello, los ciudadanos nos vemos obligados a formarnos permanentemente, es decir, a aprender a lo largo de la vida para poder adaptarnos a los cambios de la sociedad.
Esto no solo incluye el aprendizaje que se realiza a cualquier edad sino también el que tiene lugar en diferentes contextos. En otras palabras: no solo aprendemos cuando acudimos a un curso de formación, sino también en conversaciones de café, viajes o mientras leemos un libro.
¿Qué son las ecologías de aprendizaje?
En este marco nace el concepto de ecologías de aprendizaje, que está despertando un gran interés. Prueba de ello son los diferentes estudios que se han desarrollado y en los que se analizan las ecologías de aprendizaje de diferentes colectivos, como los docentes y estudiantes de diferentes etapas educativas, las personas sin hogar o las madres emprendedoras.
El concepto de ecologías de aprendizaje nos ayuda a comprender cómo se aprende en la sociedad actual, donde existen múltiples oportunidades. Concretamente, podemos definir las ecologías de aprendizaje como el entramado de contextos y elementos, de diversa naturaleza, que las personas emplean para su formación.
¿Qué elementos las componen?
Hay numerosos componentes interdependientes que influyen en la manera de aprender de las personas a lo largo de su trayectoria vital. Cada persona tiene su propia ecología de aprendizaje. De este modo, cada individuo decide qué, cómo, cuándo, dónde y con quién aprender.
La dimensión intrínseca
Por ejemplo, desde una perspectiva interna del individuo, habría que considerar aquellos aspectos que representan una disposición para aprender.
Esta primera dimensión se compone de tres elementos (concepciones, motivaciones y expectativas), que varían en función del momento personal y profesional en que nos encontremos. A continuación, incluimos una serie de preguntas que nos permitirán reflexionar sobre nuestra propia ecología.
Concepciones: ¿Cuáles son nuestras ideas o creencias sobre el aprendizaje?
Motivaciones: ¿Qué nos impulsa a aprender? ¿Son razones de carácter intrínseco o extrínseco? ¿Nos esforzamos para ser los mejores o para sentirnos más competentes?
Expectativas: ¿Qué esperamos obtener del proceso de aprendizaje? ¿Qué esperamos de nosotros, de nuestros compañeros o docentes?
La dimensión experiencial
Pero todos estos elementos también están relacionados con una dimensión basada en las experiencias de las personas, así como con los procesos de aprendizaje desarrollados a lo largo de su vida. Esta segunda dimensión está integrada por cuatro elementos: relaciones, recursos, acciones y contexto. En este caso, podemos reflexionar sobre las siguientes preguntas:
Relaciones: ¿Qué interacciones contribuyen a nuestro aprendizaje? ¿Son presenciales o virtuales? ¿Estas interacciones las mantenemos con la familia, amigos, con compañeros de trabajo o de estudio, con profesores, jefes, con desconocidos?
Recursos: ¿Qué tipo de recursos utilizamos para aprender? ¿Tecnológicos, sociales, relacionales…?
Acciones: ¿Qué eventos o experiencias propician nuestro aprendizaje? ¿Acudimos a cursos, coloquios, congresos o conferencias? ¿Consultamos blogs o participamos en algún foro o debate que se genera en las redes sociales o en plataformas de streaming? ¿Realizamos búsquedas en la web o consultamos libros, revistas académicas o manuales?
Contexto: ¿En qué espacios se desarrolla nuestro aprendizaje? ¿Son de carácter formal, no formal o informal? ¿Se produce en entornos formales como la escuela, la universidad o el trabajo? ¿En entornos no formales como una ONG o una asociación? ¿O en entornos informales como en una cafetería, un bar o una red social personal? ¿En situaciones físicas o virtuales?
¿Cuáles son las implicaciones?
La perspectiva ecológica nos ayuda a tomar conciencia de los contextos y elementos de los que disponemos para formarnos. Es decir, contribuye a que cada individuo personalice su formación en función de sus necesidades e intereses.
Esta es una cuestión realmente relevante, pues la selección del elemento apropiado influye en la eficacia y eficiencia del proceso de aprendizaje. Solo si conocemos los elementos que componen nuestra ecología podremos enriquecerla y aprovechar las posibilidades de aprendizaje que ofrece la sociedad actual.
La importancia del aprendizaje en contextos informales y no formales
Esas oportunidades de aprendizaje no solo surgen en las instituciones específicamente dedicadas a la enseñanza, sino que aprendemos también cuando interactuamos con diversas personas en cualquier situación cotidiana. Este aprendizaje informal se produce en muchas ocasiones de manera inconsciente y solo cuando nos paramos a reflexionar sobre nuestro aprendizaje nos damos cuenta de su valor y del impacto que tiene en nuestro desarrollo personal y profesional.
Hasta ahora se ha infravalorado el aprendizaje que tiene lugar en contextos informales y no formales. Sin embargo, las ecologías de aprendizaje posibilitan el reconocimiento e integración de todas las formas de aprendizaje, sucedan en el contexto que sucedan.
Además, son una manera de representar el aprendizaje a lo largo de la vida, ya que permiten conectar las experiencias de aprendizaje del pasado con las del presente, y proporcionan la base para el aprendizaje futuro.
En este sentido, resultaría relevante que desde la escuela se tendiesen puentes hacia aquellos otros contextos menos encorsetados desde los que se ofrecen oportunidades, recursos y herramientas valiosas para complementar nuestros aprendizajes. Todos participan en nuestro desarrollo personal, académico y profesional a lo largo y ancho de la vida.
Pablo César Muñoz Carril, Profesor e investigador en el ámbito de ciencias de la educación, Universidade de Santiago de Compostela y Alba María Souto Seijo, Profesora del Departamento de Pedagogía y Didáctica, Universidade de Santiago de Compostela
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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