Imagínate por un momento que pudieras tocar la mano de alguien que vivió hace más de 40.000 años. Suena imposible, ¿verdad? Pues la verdad es que un equipo de científicos españoles acaba de hacer algo muy parecido. Han descubierto la huella dactilar humana más antigua del mundo, y no es de cualquier persona: pertenece a un neandertal que vivió hace 43.000 años en lo que hoy conocemos como Segovia.
Un hallazgo que nos pone los pelos de punta
El descubrimiento tuvo lugar el 14 de julio de 2022 en el yacimiento del Abrigo de San Lázaro, cerca de Segovia. Lo que encontraron los arqueólogos no era una simple piedra: se trataba de un canto rodado de granito con un pequeño punto rojo que, a primera vista, parecía insignificante. Pero cuando los expertos de la Policía Científica aplicaron técnicas de análisis multiespectral, descubrieron algo que les dejó boquiabiertos: ese punto rojo contenía la huella dactilar perfecta de un varón neandertal de entre 18 y 25 años.
La piedra fue bautizada cariñosamente como «Perico» por el equipo de investigadores, y es que representa mucho más que un simple vestigio arqueológico. Es la prueba más antigua y completa de que los neandertales tenían pensamiento simbólico y capacidad artística. Y es que, la verdad, esto cambia todo lo que creíamos saber sobre nuestros antepasados.
Una historia de arte que te va a sorprender
Lo más fascinante de este hallazgo es que la huella no fue dejada por accidente. Los científicos determinaron que el neandertal eligió específicamente esta piedra porque su forma natural recordaba a un rostro humano, con muescas que parecían ojos y boca. Donde debería estar la nariz, el neandertal aplicó intencionalmente pigmento de ocre con su dedo índice, completando así la representación facial.
Además, el análisis reveló que el pigmento estaba compuesto por arcilla y óxidos de hierro, el mismo material que se utilizaba para crear las pinturas rupestres de la época. Esto convierte a «Perico» en el objeto de arte mobiliar más antiguo de Europa, superando cualquier evidencia previa de expresión artística neandertal. ¡Increíble, pero cierto!
Cuando la tecnología del siglo XXI se encuentra con el pasado remoto
La colaboración entre arqueólogos y la Policía Científica fue clave para este descubrimiento. Utilizando técnicas como microscopía electrónica de barrido, fluorescencia de rayos X y análisis multiespectrales, el equipo pudo determinar con precisión que la huella pertenecía específicamente al dedo índice derecho de un hombre adulto.
Samuel Moral Mosquera, experto en imagen forense de la Comisaría General de Policía Científica, fue quien descubrió la huella dactilar que era invisible a simple vista. Su trabajo estableció un precedente pionero en la aplicación de técnicas forenses a contextos paleolíticos. La verdad es que es emocionante ver cómo la ciencia moderna nos permite «conocer» a personas que vivieron hace tanto tiempo.

Más que una huella: una ventana al alma neandertal
Este hallazgo desafía la idea tradicional de que solo el Homo sapiens tenía capacidad simbólica. Los neandertales, que habitaron Europa hasta hace aproximadamente 30.000 años, demostraron tener la habilidad de proyectar pensamientos abstractos sobre objetos materiales.
Y es que el yacimiento del Abrigo de San Lázaro es considerado el hogar de los últimos neandertales de la Península Ibérica. Allí vivieron entre hace 41.000 y 45.000 años, cazando ciervos y conejos en el valle del Eresma, y aparentemente, creando las primeras manifestaciones artísticas de la humanidad. Es como si pudiéramos asomarnos a su día a día.
Un legado que nos conecta con nuestros orígenes
Los resultados de esta investigación han sido publicados en la revista Archaeological and Anthropological Sciences, con la participación de científicos de la Universidad Complutense de Madrid, el Instituto Geológico y Minero de España, la Policía Científica y la Universidad de Salamanca.
Aunque algunos expertos mantienen cierto escepticismo sobre las interpretaciones simbólicas del hallazgo, la evidencia física de la huella dactilar es indiscutible. Representa un vínculo directo y tangible con nuestros parientes evolutivos, demostrando que la capacidad de crear arte y expresar simbolismo no es exclusiva del ser humano moderno.
Esta pequeña piedra con su punto rojo nos recuerda que, hace 43.000 años, alguien muy parecido a nosotros tuvo la misma curiosidad y creatividad que nos define como especie. En un mundo donde la tecnología avanza a pasos agigantados, descubrimientos como este nos conectan con nuestras raíces más profundas y nos hacen reflexionar sobre lo que realmente significa ser humano. Al final del día, todos compartimos esa necesidad ancestral de crear, de dejar nuestra marca en el mundo.
Con información de: Springer Nature / The Conversation / SINC
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