La pornografía es entendida generalmente como aquellos materiales sexualmente explícitos destinados a excitar al consumidor. En algunos contenidos pornográficos se incluyen prácticas sexuales en las que está implicada la violencia de algún modo. ¿Podrían, entonces, estar promoviendo la violencia en aquellas personas que ven estos vídeos asiduamente?
Para testar la hipótesis de que la pornografía pueda estar promoviendo comportamientos imitativos, aprendizaje por observación y desensibilización, refuerzo de estereotipos sexistas y la percepción de que la violencia, especialmente hacia las mujeres, es algo aceptable, hemos realizado una revisión sistemática de las investigaciones de los últimos 20 años.
¿Qué violencia?
Existen múltiples modelos teóricos que clasifican y conceptualizan la violencia. Nosotros nos basamos en la taxonomía de la violencia sexual en parejas íntimas propuesta por la especialista estadounidense Meredith Bagwell-Gray y colegas en 2015. Esta teoría sugiere que los diferentes tipos de violencia sexual en parejas íntimas se pueden categorizar en cuatro grupos, según la invasión y la fuerza utilizada en el contexto de la pareja. Estos grupos incluirían la coerción sexual, la agresión sexual, el abuso sexual y la actividad sexual forzada.
Tras revisar 1 524 artículos, finalmente se incluyeron en el análisis 59 estudios científicos que evaluaban la relación entre el uso de pornografía y distintas manifestaciones de violencia. Los estudios incluidos presentaron una amplia heterogeneidad en cuanto al diseño de estudio, el número de participantes (oscilando entre 42 y 4 363 participantes) y las definiciones de pornografía y violencia, lo que dificulta en gran medida poder comparar hallazgos y llegar a obtener conclusiones sólidas al respecto.
¿Hay una relación?
Algunos autores sugieren que el uso de pornografía no parece estar relacionado con actitudes agresivas hacia las mujeres. Sin embargo, varios estudios sí han encontrado esa asociación entre el uso de pornografía y la violencia no sexual.
Por ejemplo, se ha sugerido que ver pornografía en pareja se relacionaría con la victimización por agresiones físicas. Esto podría deberse, según algunos autores, a que la pornografía normaliza la violencia, lo que afectaría a la intimidad emocional de las personas incluso en contextos no sexuales.
Además, se ha mencionado una relación entre el uso de pornografía y el acoso y la victimización emocional, a pesar de que la causalidad entre estos factores aún no está clara.
Pornografía y agresión sexual
Al analizar esta asociación también se detecta una elevada heterogeneidad en los resultados de los distintos estudios. Algunos estudios no logran demostrar una relación directa entre el uso de pornografía y la agresión y coacción sexual, mientras que otros sugieren que el uso de pornografía se asocia con la agresión sexual, la coerción sexual, la violencia en el noviazgo adolescente y la victimización sexual.
Además, algunos estudios sugieren que la exposición a la pornografía violenta estaría relacionada con una mayor probabilidad de perpetrar violencia sexual. Algunos autores han destacado que tanto la influencia de los pares como la frecuencia del consumo de pornografía son factores significativos a tener en cuenta.
Influencia en las creencias y actitudes
Hemos analizado también la relación entre el uso de pornografía y los mitos sobre la violación (es decir, mitos estereotipados que respaldan la violación), actitudes de apoyo a la violencia contra las mujeres y actitudes hacia la coerción sexual.
Nuevamente, se encontraron resultados variados. Algunos estudios sugieren que el uso de pornografía se asocia con una mayor aceptación de las mujeres como objetos y, a su vez, con una mayor aceptación de los mitos sobre la violación. Otros estudios, sin embargo, parecen no encontrar una relación significativa entre el consumo de pornografía y la aceptación de mitos y otras creencias y actitudes relacionadas, en última instancia, con la agresión sexual.
Limitaciones de los estudios actuales
Este campo de estudio se enfrenta a dos dificultades importantes: la falta de consenso en la definición y clasificación tanto de lo que es pornografía como de lo que constituye violencia. Por ejemplo, mientras algunos científicos consideran que la pornografía son materiales sexualmente explícitos destinados a excitar al consumidor, otros consideran que la pornografía no se puede definir dado que evoluciona con el tiempo y la cultura. Respecto a la violencia, la existencia de múltiples modelos teóricos hace difícil entender el tipo de violencia en cada situación.
Por otro lado, hay todavía pocos estudios longitudinales que estudien a la misma población durante un periodo extendido en el tiempo: este tipo de investigaciones son las que pueden establecer una asociación de causalidad entre el uso de pornografía y los distintos tipos de violencia.
Más investigación
Con la información existente ahora mismo, la evidencia es mixta. Por lo tanto, por el momento es necesario interpretar los hallazgos existentes con suma cautela y atendiendo a las múltiples limitaciones asociadas. Se necesita un mayor número de investigaciones longitudinales para comprender adecuadamente esta relación y sus matices.
Ello permitiría, en el caso de que finalmente sí que se observe una asociación causal a nivel empírico entre la pornografía (como causa) y la violencia (como consecuencia), tomar decisiones a nivel social. Por ejemplo, en cuanto al desarrollo de planes de prevención de la violencia, psicoeducación sobre pornografía y violencia o bien modificación de las regulaciones sobre el acceso a los contenidos sexualmente explícitos.
Gemma Mestre-Bach, Investigadora postdoctoral, doctora en Medicina e Investigación Traslacional, UNIR – Universidad Internacional de La Rioja
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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