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Calidad de la visión periférica y uso de navegadores: peligro al volante

Calidad de la visión periférica y uso de navegadores: peligro al volante

Las operaciones de cataratas o ciertos tratamientos contra la miopía pueden empeorar nuestro campo de visión periférica. Y esto, unido al uso de un navegador, incrementa el riesgo de sufrir accidentes, como sugiere un nuevo estudio.

En los exámenes que nos hacen optometristas y oftalmólogos para valorar si necesitamos gafas o lentes de contacto, su evaluación suele centrarse en la parte central de nuestro campo de visión. Sin embargo, el campo visual del ser humano es mucho más extenso, aunque nuestra sensibilidad para discernir detalles se comporta notablemente peor en la visión periférica.

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A lo que sí es sensible este campo periférico es al movimiento, por lo que resulta fundamental para localizar y reconocer objetos. Nos permite ver y relacionarnos con el entorno de una forma general, mientras que la visión central se encarga del detalle de las cosas.

Por tanto, una adecuada visión periférica es básica para tareas cotidianas como conducir, ya que nos ayuda a detectar señales, obstáculos y otros conductores o peatones rápidamente. También nos da información del trazado de la carretera para no salirnos del carril.

Una correcta integración de la información procedente del campo visual periférico puede determinar que el conductor responda de forma rápida y eficiente ante un evento u obstáculo inesperado y que evite un accidente.

Efectos colaterales de la operación de cataratas

En la actualidad existen intervenciones o tratamientos oculares muy habituales que pueden tener un impacto en la visión periférica. Un ejemplo es la cirugía para eliminar las cataratas, la más frecuente en oftalmología. El cristalino opacificado del paciente se reemplaza por una lente intraocular, cuyas características también compensarán la miopía, la hipermetropía y el astigmatismo del paciente, si las hubiera.

Aunque a nivel central se compensan con éxito, la inserción de una lente intraocular altera la calidad de la visión periférica en comparación con quienes no la llevan. Concretamente, los pacientes operados presentan un incremento de astigmatismo periférico, que se traduce en una reducción de la sensibilidad al contraste. Hablamos de nuestra capacidad para distinguir el contraste claro-oscuro, básico en tareas cotidianas como la conducción.

Por otro lado, algunos de los nuevos métodos de control de miopía para niños y adolescentes consisten en poner gafas o lentes de contacto que corrigen la visión central pero inducen miopía en la retina periférica. Aunque este emborronamiento no es molesto debido a la menor sensibilidad de esa parte de la retina, podría interferir en nuestra relación con el entorno y a la hora de realizar actividades como la práctica de deportes o la conducción en personas más mayores.

Experimento con un simulador de conducción

En una reciente investigación llevada a cabo en el Departamento de Óptica de la Universidad de Granada en colaboración con la Universidad de Murcia, hemos evaluado esta cuestión. Participaron 31 jóvenes, todos conductores y sin problemas visuales u oculares.

Durante el estudio, los participantes condujeron en un simulador con unas gafas que recreaban diferentes cantidades de miopía, hipermetropía y astigmatismo en la periferia del campo visual. Al mismo tiempo, llevaban a cabo búsquedas en una pequeña pantalla que recreaba el uso de un navegador, una tarea común que implica la visión periférica. Mientras los voluntarios miraban a la carretera, controlaban la pantalla con su visión periférica, y cuando dirigían su atención al navegador, sucedía al contrario.

En estas condiciones, se pudo comprobar que inducir miopía, hipermetropía y astigmatismo en la visión periférica afectaba tanto a la agudeza visual (capacidad para detectar detalles) como a la sensibilidad al contraste (distinción de contrastes claro-oscuro).

Cuando los jóvenes conducían con desenfoques periféricos, lo hacían peor. Principalmente, les costaba más mantener la posición del vehículo dentro de su carril. Además, su conducción se veía más afectada cuanto mayor fuera el grado de miopía y astigmatismo en la periferia.

Estos resultados tienen implicaciones para los conductores cuya visión periférica puede alterarse al someterse a una cirugía de cataratas o, si son jóvenes, en el caso de que estén siguiendo un tratamiento para controlar la miopía. Los problemas aumentan cuando se suman tareas secundarias que requieren demanda visual, como manejar un navegador.

Por ello, es importante que las personas en estas circunstancias sean conscientes de ello y puedan tomar medidas, como evitar usar estos dispositivos al volante. Además, existen nuevos diseños de lentes intraoculares que promueven una mejora de la calidad visual en la periferia y que podrían implantarse a personas con un estilo de vida más activo.

Sonia Ortiz Peregrina, Profesora Ayudante Doctora, Universidad de Granada

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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