Por Rubén Peralta | José Hernández (Michael Peña) estaba acostumbrado desde pequeño a estar siempre cambiando de domicilio. Su familia, originaria de México, vagaba por Estados Unidos como trabajadores migrantes, no conocían el concepto de hogar permanente, a pesar de que su padre Salvador (Julio César Cedillo) hizo todo lo posible por dar a sus hijos apoyo y orientación. Ahora José es un adulto, felizmente casado con Adela (Rosa Salazar), con quien también tiene varios hijos. Pero siente que algo le falta, pues en secreto tiene un deseo que nunca ha contado a nadie. Le gustaría volar al espacio algún día, de hecho, ya ha enviado varias solicitudes a la NASA, sin éxito. Pero renunciar no es una opción para él.
Esta semana las historias biográficas vuelven a ser muy solicitadas. Más concretamente, el público puede conocer a una serie de hombres que han logrado cosas impresionantes a su manera. Por ejemplo, el drama Spinning Gold estrenada para el cine en casa, cuenta la historia del fundador del sello discográfico Casablanca Records, que tras grandes dificultades iniciales logró consagrar a algunas grandes estrellas. La serie de Netflix, Tapie, gira en torno a Bernard Tapie, capaz de celebrar el éxito empresarial, político y futbolístico con métodos temerarios. Amazon Prime Video quiere seguir el ejemplo y comienza con A Millions Miles Away y un protagonista que quería llegar especialmente alto en su vida.
A diferencia de los dos personajes anteriores, que eran muy ambivalentes y sobre los que no se sabía muy bien si eran buenos o no, aquí el caso está claro. José M. Hernández es un héroe que debería inspirar a la gente ante las pantallas. Dado que la película está basada en la autobiografía de Hernández, no es realmente sorprendente que aquí no haya matices ni tonos de gris. Nunca hay críticas ni cuestionamientos. El mayor reproche que aún se le puede hacer al protagonista es que mantuviera sus ambiciones en secreto ante su mujer y se presentara a la NASA sin que ella lo supiera. Por lo demás, A Million Miles Away lo retrata como un padre de familia ejemplar, inteligente y trabajador, una persona tan grande que parece inventada.
La directora y coguionista Alejandra Márquez Abella, que anteriormente dirigió el drama de suspense Las niñas bien, lo hace sin asperezas. Por muy valiente e impresionante que sea lo que Hernández logró en su vida, el biopic juega sobre seguro. El comienzo sigue siendo bastante atmosférico en lo que respecta a la familia y la vida como trabajador migrante. Las escenas posteriores dentro de la familia recién formada también son bastante dulces. Sin embargo, la trama de alcanzar las estrellas es muy convencional y sigue los caminos trillados. Se supone que todo es muy bonito, una película para sentirse bien en los días aburridos. Incluso una gran desgracia se envuelve aquí con tanto algodón que no se siente dolor. Es cierto que no llega a ser tan chabacano como el pasaje correspondiente de Gran Turismo, aunque es algo cuestionable.
Por desgracia, el guión de Bettina Gilois, Hernán Jiménez y Alejandra Márquez Abella, basado en las memorias de Hernández Reaching for the Stars: The Inspiring Story of a Migrant Farmworker Turned Astronaut, se limita a pasar de un pequeño conflicto a otro sin demasiado efecto dramático. Es el caso de un pequeño momento humano entre Hernández y una astronauta de color, que fue uno de los malogrados miembros de la tripulación que murió en el desastre del transbordador espacial Columbia en 2003, y que genera cierta conmoción cuando los dos personajes mantienen una conversación sincera y honesta entre ellos, pero la película se limita a pasar rápidamente por la siguiente tragedia antes de que llegue el momento en que Hernández finalmente tiene la oportunidad de ir al espacio varios años después
Alrededor del punto en el que la película llega a su esperado final, nos sentimos conmovidos hasta cierto punto al reflexionar más sobre el humilde comienzo de Hernández, pero seguimos sin llegar a conocerle mucho como ser humano porque la película sólo se centra en su decencia y determinación sin prestar mucha atención a nada más. Michael Peña, que ha demostrado una considerable versatilidad desde su pequeño papel secundario en la oscarizada película Crash (2004), ofrece una interpretación tan seria como diligente a la hora de llevar la película, pero sus sólidos esfuerzos no compensan del todo su anodino personaje, y también puede distraerte la notable diferencia de edad entre él y su personaje al inicio de la historia. En el lado opuesto, Rosa Salazar consigue superar su papel secundario, más bien funcional, y otros miembros del reparto principal, como Garret Dillahunt y Julio César Cedillo, también dejan alguna huella, además de ocupar sus puestos como es debido.
El resultado no es realmente emotivo. El conjunto es demasiado superficial para eso, y no rehúye un poco de kitsch para sentirse bien, pero todo es bastante bonito. Además, la película cuenta con un buen reparto. Es cierto que Michael Peña es demasiado mayor para las primeras escenas en las que se supone que interpreta a la versión joven del protagonista, pero aún así aporta un encanto incómodo a la película, que es la fuente principal de una historia de desvalidos como ésta. Aquellos a los que este tipo de obras les llegan al corazón pueden sentarse y relajarse con el alcance de las estrellas y dejarse contagiar por el sueño de que todo es posible en este mundo. Y a veces también fuera de este mundo.
En conclusión, A Million Miles Away, de Alejandra Márquez Abella, es una película biográfica medianamente disfrutable que podría ser más convincente teniendo en cuenta la figura humana innegablemente inspiradora que la protagoniza. Seguramente tiene buenas intenciones, por no decir otra cosa, pero es evidentemente deficiente en cuanto a sustancia y personalidad, y ya se está desvaneciendo mientras mi mente está más ocupada con lo que vaya a ver a continuación.
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